viernes, 29 de julio de 2011

Hablar y escribir bien

Extraído de Diario EL TRIBUNO 26 de julio de 2011

"Pildoritas", para un buen hablar y escribir

PACO FERNANDEZ, Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua (SIL) -UNSa
En mi anterior entrega, número 33, abordé la correcta escritura de los números, según las últimas normas de la “Ortografía de la lengua española” de la RAE, como asimismo lo referido a la expresión “sentar en las faldas de alguien”.

En esta ocasión me abocaré a la acentuación de palabras, cuyas reglas son distintas de las generales, muy conocidas. Estas dicen que:

1) las palabras acentuadas en la última sílaba (agudas), llevan tilde cuando terminan en -n, -s o vocal (camión, aguarrás, papá);

2), las que llevan en la penúltima (graves o llanas), tienen la tilde cuando no terminan en -n, -s o vocal (árbol, César; pero, examen, casas, mambo, nunca llevan);

3) las acentuadas en la antepenúltima, y en la anterior (esdrújulas y sobreesdrújulas), siempre llevan tilde (estúpido, tránsfuga, déjeselo).

Acentuación diacrítica

Esta palabra rara alude a aquellas que se escriben y pronuncian de igual forma pero que, según lleven la tilde o no, tienen distinto significado: tú, pronombre personal (Tú eres bueno) lleva tilde, pero tu, pronombre posesivo, no la lleva (Tu bicicleta me encanta); él, pronombre personal (Él se porta bien) y el, artículo (Me duele el pecho); sí, afirmativo (Le dije que sí), sí, pronombre personal (Solo se ama a sí mismo) y si, condicional (Iré si Héctor no va); mí, pronombre personal (El regalo es para mí) y mi, pronombre posesivo (Mi madre es única); té, sustantivo (Lo invitaron a tomar el té) y te, pronombre personal (Yo te quiero mucho); sé, primera persona del singular del presente de indicativo de saber (Sé que te va a gustar) y se, pronombre personal (Ella se golpeó la cabeza); más, adverbio de cantidad (Uno más uno es igual a dos) y mas, conjunción adversativa (Llegó, mas [pero] no pudo verlo); dé, primera y tercera personas del singular del presente de subjuntivo de dar (Le dije que te dé el libro) y de, preposición (Casa de madera); qué, interrogativo (¿Qué querés?) y que, pronombre y conjunción (El que viene es Javier; y Quiero que vengas); cuál, interrogativo (¿Cuál libro comprarás?) y cual, pronombre y adverbio (Juan, el cual [que] era gordo, no pudo pasar; y El avión vuela cual [como] ave en el cielo); quién, interrogativo (¿Quién es ese?) y quien, pronombre relativo (Quien llegue tarde, no pasará).

Además de estas, que son monosilábicas (de una sola sílaba), hay otras palabras de más de una sílaba que tienen la tilde diacrítica: aún, adverbio temporal (Aún [todavía] no llegó) y aun, adverbio (Aun [hasta, también, incluso] los tontos se dan cuenta); cuándo, interrogativo (¿Cuándo volverás?) y cuando, adverbio temporal (Cuando pueda); dónde, interrogativo (¿Dónde queda eso?) y donde, adverbio de lugar (Está donde él vive); cuánto, interrogativo (¿Cuánto cuesta?) y cuanto, adverbio de cantidad (Cuanto más te esfuerces, más ganarás); cómo, interrogativo (¿Cómo te va?) y como, adverbio de modo (Me va como la mona).

Cabe aclarar que a este grupo de palabras pertenece, también, el adverbio y adjetivo sólo / solo, del que hablé en el artículo anterior.

Aunque no todas, pero estas son las principales palabras que, según lleven o no tilde, tienen significados distintos.

Importancia del acento

Según habrán podido apreciar, el acento en nuestro idioma es capaz de cambiar el sentido a muchas palabras, lo cual es propio de algunos idiomas, como el inglés, por ejemplo: no todas las lenguas poseen este recurso. De allí que es fundamental, por supuesto en la escritura, colocar las tildes siempre que sea necesario hacerlo.

No es lo mismo, en efecto, una secretaría, que una secretaria: la primera palabra se refiere al lugar en el que trabaja la secretaria y, la segunda, a la persona que ejerce ese cargo.

Está claro que esto no es aplicable a la conversación o a la lengua hablada. Ningún hablante se equivoca al utilizar una palabra que pueda tener doble significación, según la acentuación que posea.

Salvo, por supuesto, que quiera confundir a quien habla o que se dirija a él de una manera irónica o contando un chiste.

En estos casos, la lengua oral, como todos sabemos, es muy elocuente en boca de cualquier hablante, incluso de aquellos que nunca han estudiado ni concurrido a una escuela. Todos somos capaces de expresarnos adecuadamente en cualquier circunstancia comunicativa que nos toque encarar.

En el caso de los acentos, la entonación se encarga de transmitir nuestros pensamientos de la manera más fiel que pueda imaginarse.

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